Los paises es ricos, en especial Japón y Corea, benefician a sus agricultores de la misma manera que la Unión Europea: un tercio de los ingresos de una típica explotación agraria de la OCDE proviene del apoyo estatal; y, como demuestra el cuadro anterior, cuantas más subvenciones se conceden a la agricultura, más fertilizantes se utilizan. Si se aboliera la Política Agraria Común y otros tipos de proteccionismo economico agropecuario, no tengo duda de que el medio ambiente mundial mejoraría de manera rotunda, a medida que se redujera la agricultura intensiva. Al mismo tiempo, tanto los consumidores europeos como los agricultores del Tercer Mundo obtendrían un acuerdo mejor.
En los Estados Unidos, la subvención para los agricultores es menor, pero aun así puede considerarse protección y provocar daño medioambiental, si es el caso. En 1998, los productores nacionales de azúcar disfrutaban de un subsidio de 1.000 millones de dólares, la mitad del cual se distribuía entre sólo diecisiete granjas. (Debido a las distorsiones provocadas por la protección, esto les costaba a los con sumidores cerca de 2.000 mil millones de dólares, de los cuales la mitad era un desperdicio total.) Esta protección ha perjudicado a los productores de azúcar colombianos, quienes han cambiado su producción por la de cocaína. Por supuesto que los grupos ambientalistas de presión lo aprobarían si el medio ambiente se beneficiara, pero no es así: los residuos químicos de la agricultura intensiva en Florida del Sur están dañando al Parque Nacional de los Everglades.
La agricultura intensiva es un caso concreto. No todos los problemas ambientales se resolverán automáticamente gracias al libre comercio y aun buen programa de inversiones. Un ejemplo es la tendencia al monocultivo: cultivar sola mente arroz, solamente café o solamente trigo. Esta falta de biodiversidad hace que la cosecha sea más vulnerable ante las plagas y a los cambios del clima.
Esto puede sonar como una argumentación en contra del libre comercio, ya que el aumento de comercio alienta a los países a espe cializarse en un solo tipo de cultivo, del cual obtienen una ventaja com petitiva. Pero las barreras arancelarias no son una buena manera de afrontar el problema de la agricultura intensiva. En primer lugar, tan to la biodiversidad local como la mundial son importantes, pero la biodiversidad nacional es irrelevante: los problemas medioambientales no conocen límites políticos. En la medida en que la falta de biodiversi dad es un problema, la solución consiste en una regulación medioam biental directa: la economía mínimamente invasiva del capítulo cinco. Es absurdo esperar que una barrera arancelaria solucione el problema.
Este es un caso especial de otro importante apartado de la teoría de comercio. Siempre (en teoría) y normalmente (en la práctica) habrá un.i política alternativa, la cual solucionará el problema medioambiental más directa y eficientemente que cualquier barrera comercial. Jagdish Hhagwati, un eminente economista teórico, comenta en este ámbito que «no se pueden matar dos pájaros de un tiro». Las barreras comerciales son una herramienta burda y perjudicial para luchar por objeti vos que valen la pena, como mantener un medio ambiente saludable.
Los costos de transporte son otro ejemplo del principio de Bhagwati. Otra vez, parece superficialmente atractivo restringir el comer cio internacional para reducir la contaminación provocada por los buques portacontenedores y los aviones de transporte de mercancías. Otra vez, la solución es una regulación directa en forma de impues to sobre la externalidad. Las barreras arancelarias atentan contra el transporte de bienes a través de las fronteras: pero cruzar la frontera no es dañino para el ambiente. Los costes de transporte para transportar un reproductor de discos compactos desde el puerto de Osaka hasta el puerto de Los Ángeles son menores que los costes de transportarlo desde el puerto de Los Angeles hasta Arizona, o incluso hasta una sucursal de Best Buy dentro de la propia ciudad de Los Ángeles. El coste de transporte para alguien que va conduciendo a un Best Buy y regresa con el reproductor de discos compactos es aún más elevado, y los verdaderos costes medioambientales de congestión viaria y contaminación son tangibles. Que los bienes sean transportados en el interior de los países, o incluso muy localmente, no significa que los costes ambientales de transportarlos sean bajos. Nuevamente, podemos recomendar políticas que ataquen el problema directamente: el impuesto sobre la externalidad alimentaría el uso de métodos de transporte menos contaminantes, ya sea dentro de un país o entre distintas naciones.